El amor llega,
pasa de largo y
olvida pronto tu nombre.

Pero, ¿qué importa?

Si no eres como
te dice ser, sino peor
— mucho peor...

Y eso es todo.

Anoche tuve un dulce sueño en el que caías y tu cabeza estallaba, como un melón, contra el suelo.

Qué alegría tan grande ver que no se pudo hacer absolutamente nada por tí, viejo...

Ya no me interesa mi cultura. Ha desaparecido bajo hordas de soplapollas perdidos entre bosques de ladrillo: tripas de decoración low cost Ikea, dirección en "B" de "Paraíso neofolk, neocon".

Arroja tu identidad al agua — es sólo otra commodity más, desde hace tiempo. Desnutre al algoritmo.

Let's make internationalism great threatening again.

Angelicos durmiendo en cajas de cartón. Tony Montanas de saldo en gorra y chanclas, vasilando entre mareas de Marías, Fátimas y viejos viudos que dan sentido, en su ruidosa subsistencia, al Aldi, el Lidl, al bendito estanco y la santa administración de loterías.

Los últimos catetos y estudiantes, las gitanas; los shirleros, la pareja munipa y las tiendas de toda la vida que aún quedan entre La Unión y San Rafael, animadas por un son de acentos que va desde Colombia hasta el Rif para mezclarse con el de los yonkilateros que viven en el chino bajo mi ventana — boca de metro, trampa y muerte en vida. Sobre todo eso.

Welcome to my barrio: abandona toda esperanza. Aquí también hay AirBnBs sumergidos desde hace tiempo.

Tan sólo siendo me consumo
año a segundo, en una viva
ansiedad que es agonía
esperanzada hacia
yo qué sé,

transitando cada instante
como si no fuese a venir ni uno más
tras este (ante)penúltimo momento
compartido y, contigo, partido
y al que deseas volver;

porque no es simulacro
este fuego que, aniquilándome,
te fascina

intensamente.